Despierto en un sueño prestado,
un sueño de alguien que fui
en esta noche muerta,
sombra de la noche del camino largo.
Allá un manglar: una angustia,
allá un viejo mar sonoro,
sur de la orquesta de árboles tallados
por la carne muerta de la madrugada.
Norte de un cielo que maquillas sin luna,
pero le salpicas pecas de brillantina,
una noche que se comió todas las noches.
Te intuyo, pero no puedo verte,
hembra rota, aún escucho cascabeles en tu cuerpo.
Ciego de ti, te imagino marchando a mi lado,
novia nuestra que inventaste toda luz.
Puedo ver con los oídos
que una ciudad queda atrás. A lo lejos,
huelo sus luces, como estrellas que bajan
a beber agua en la tierra.
Esto es algo que he querido contar
en tantos versos desvelados,
pero con qué letras hablar
de la arena ronroneando en tus piernas.
Y cuando pienso en la ciudad,
tus pasos dejan huellas fluorescentes en la arena oscura,
húmeda por el ronco mar de terciopelo negro.
Tus huellas y las mías dejan migas de luz efímera
que nacen para morir en el eterno camino de regreso.
Estampas de la luna que sabemos,
pero incomprobable frente a la negritud celeste.
Hierbajo tecolotero, pez vela y ave de agua,
con ojos que solo son espejos de luz,
llamas de un sol dormilón que ronca en otro mundo.
Me detienes con tu osamenta indumentaria
cuando una tortuga muerta da a luz en la arena viva.
Tu miedo es polvo de estrellas en nuestros pies.
Desatas la balsa y huimos en ella.
Los peces saltan y al salir del agua, se encienden,
convirtiéndose en estrellas fugaces.
Te lanzas al agua para volverte una sirena del rayo,
luna ahogada en una laguna de cacao.
Temeroso, pruebo tocarte bajo las llamas del agua;
solo meto la mano y, al sacarla, el líquido
se transforma en luz,
es como espolvorear estrellas.
Resbalo, caigo al agua contigo, y no necesitamos respirar.
Caemos al fondo, y cada vez más hondo,
hasta despertar, hasta comprender
que no somos solo sombras sometidas
por este viejo mar,
ni por esta noche negra.
México Tenochtitlan
diciembre de 2008
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Tal vez mi único poema surrealista, que idealiza mi encuentro con la laguna de Chacahua, Oaxaca, México, una noche de tantas, de un 2008 irreparable.
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