22 de septiembre de 2025
Festival Internacional de la Poesía Latinoamericana en Perú
21 de mayo de 2025
Tortugas de montaña
El libro Tortugas de montaña, del politólogo y columnista Samuel T. Méndez es la primera publicación como obra narrativa. En ella, el autor zigzaguea por los diversos temas de su interés, desde la actualidad política del país, las pequeñas enseñanzas que va recogiendo en grafittis de azotea, en conversaciones y en el cotidiano de las ciudades que frecuenta. Este libro es para leerse en aleatorio, a lo EM Cioran, y dejarse levitar entre las poderosas reflexiones o hundir en los versos de algunas páginas que ensayan poesía. Es un libro extraño, casi un incen.diario.
La historia de este libro ya se ha contado por acá, pero me gusta mucho la contraportada que le hizo nuestra querida artista Marisol Gandarilla.
Aquí algunas fotos de la presentación y también pueden encontrar el libro en digital por acá: TORTUGAS DE MONTAÑA.
9 de octubre de 2024
La camisa
Qué deprimente tu camisa,
—me dijiste infutura—
sucia, vieja,
translúcida como un mosquitero.
Qué bueno que no miraste más allá,
en el epicentro de mi desastre,
donde el corazón fermenta mis tristezas.
Te aterraría la mugre que habita ahí:
pájaros muertos,
amores en formol,
ceniceros con sueños apagados.
No eres la primera que huye
al encontrar ese rastro de flores deprimidas,
esas orugas en desvelo
que esperan su tiempo
para salir volando por mi boca
cuando intente decir:
—quédate esta noche—.
Moriremos contando estrellas,
hasta perder la cuenta de nuestros fracasos.
Hallaré constelaciones
en el braille de tus lunares,
y dirá la vida si nos conviene
creer en amores usados,
en besos que se desmoronan con el sol.
Quédate con el mundo lustrando tus zapatos,
lejos de esta ciudad en ruinas;
pero no vuelvas cuando florezca mi jardín entre el asfalto,
si todo lo que puedes ver en mi pecho
es una puta camisa rota,
—de tres— la que más amo.
México-Tenochtitlan
2010
4 de octubre de 2024
México surrealista
Ay, mi México lindo y querido. Hace unos días, mientras veía las noticias, vino a mi mente una frase que se le atribuye a Salvador Dalí:
"De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas".
Por otro lado, también se cuenta la historia de André Breton, el padre del surrealismo, quien llegó a la conclusión de que México era el país surrealista por excelencia.
Ni Miró, Dalí ni compañía
ni Remedios Varo, lo demuestro.
ni René Magritte —y salud, maestro—
ni Leonora Carrington podría.
Ni Hans Richter —pero no se ría—
ni Paul Éluard, ni don Luis Buñuel
ni Luis Aragón, éste o aquel
ni Robert Desnos que hizo poesía.
Ni André Massón, pincel que te salva
ni juntos en suma, estos artistas
ni Lorca —que de amores herido—
ni André Bretón, hermanos del alma,
llegaron a ser tan surrealistas
como México lindo y querido.
31 de julio de 2024
Un americanista me empujó en el metro
Si me ardió
la semifinal 2002
pero hasta esos morros
desposeídos,
con esa pinche playera
son mis hermanos
un americanista me encajó el codo en el metro
ni me dolió
la neta
solo la hice de pedo por hacerla
así es el fútbol
la vida
tiene lesiones verdaderas
pero hasta en esa
pinche afición
debo reconocer
la grandeza
que llevan dentro
tienen algo que admiro
potentados y marginales
se abrazan al final de los encuentros
señoritos feudales
y maleteros que viven en calles como carcomidas por la guerra
se juntan
se abrazan ebrios
esbozan beodos
cánticos trogloditas
chocan los tarros
hacen gárgaras con mi escudo
yo soy un demócrata
los desprecio por igual
sólo en la cancha
son mis rivales
y nos detestamos
es amor mamarracho a los colores
ese oxímoron somos
bestias
fuera de esa pinchurrienta religión
son mis compas
el fútbol es un juego
muy simple
una esférica mundana
sisma al universo cuando rota
también la llaman Tierra
digo, ojalá llegaran a amarse
ellos con ellos:
whitexican del Ame
y esa banda chacalona
de yera cremosa
amor profano
compas de celda
hermanos en el exilio
hasta verlos ofrecerse un riñón
unos a los otros
en nombre de ese club de mierda
carnales de amuleto
separados al nacer
divididos por siete dígitos en el banco
golpes de la vida
aunque ese guey me empuje en el metro
y me meta el codo en las magistraturas
en el mall
en el tianguis
a sabiendas de que que fui Rebel
igual me hubieran encajado el codo
aquel clausura 2018
pero no los odié
ni más, ni menos
encima de aquellos olé baratos
por mucho que no sepan perder
y cuando ganan
no te los quitas ni con agua caliente
un americanista me dio un empellón en el metro
pudo dármelo
en la Cámara de Senadores
en la fila VIP de un vuelo
pinche afición fiel. Unos
no me bajan de naco. Otros
me acusan por pinche fresa
y viceversa
los de arriba piensan que los de abajo ganan 30 mil pesos
y viceversa
así son
pecho de témpano
sangre de horchata con canela
tienen la mecha corta
y ese codazo
que hubiera visto el estadio entero
nadie lo notó
siga su camino
¡juegue!
nadie dijo nada
profe
había un policía haciendo valer la ley
otro, a unos metros
haciéndose pendejo
y viceversa
bajo el chaleco antibalas
seguro traía la del pollo
pero así es la justicia
árbitra de los suyos
así es el amor al club
ciego como un topo
yo le iré a Pumas
aunque ganen
y sabes que juego mi papel,
pero son versos baratos
no son barras
de un hincha
en la lengua de Cervantes
la cultura también es ponerse bravo
cuando un vato
te abarata
y no puede la nueva masculinidad
poner la otra mejilla
en el vagón
en la cancha
aunque debería
decir que jugaron bien
qué bonito nos la metieron
en el quinto gol
no digo nada
y chitón les comentas: ándale pues
y ese golpe,
ese codazo
es tocar tierra
llega con bien a tu casa,
carnal
feliz navidad, mi hermano
lo que pasa en la cancha
en la cancha
se queda.
México-Tenochtitlan
12 de octubre 2021
13 de enero de 2023
Los campeones viejos
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios"
Vallejo
Es angustiante que venga con mi boca a escribir algo banal y no un poema para cambiar al mundo. Sin embargo deseo que se comprenda esta tristeza de velorio por que hoy mis zapatos emprenden un camino al que decidieron no llevarme.
Pasamos grandes tardes, recorrimos sabradiós cuántas ciudades; tuve que enseñarles a jugar futbol en la delantera, a correr en todo tipo de terrenos, a vagar tanto en barrios bajos, como en casas de niñas ricas con auto deportivo. No sé cuántas veces oí decir: ¡ya tira esos zapatos!, no sé cuántos otros pares vieron morir y a pesar de lo decrépitos, siempre estuvieron ahí para acariciar el sagrado suelo de la Gran Tenochtitlán.
Escribo esto con un dejo de alegría y desdén por la doctora que prohibió usar ese tipo de zapatos "porque provocaban el pie plano", pues eran tenis especiales para usar patineta y yo jamás usé patineta; no me culpen, no crecí con un póster de Blink 182 en mi cuarto.
Estos tenis fueron mi rebelión contra las estúpidas agujetas (que son el peor invento del hombre después de la crema de cebolla). Aún preservo el recuerdo de un padre preocupado por el bienestar de su hija quien nos corrió, y no lo culpo, de su habitación aquella noche. De no ser por estos tenis, habría corrido como una jirafa pero llegué a salvo al bulevar.
Hoy estos amigos viejos se jubilan. Si yo fuera un buen Van Gogh, los inmortalizaría al óleo; y si fuera más talentoso ya les habría escrito una canción del estilo "unicornio azul", pero éste es el único homenaje que puedo dejar en su nombre por aquellas buenas tardes de biblioteca y fútbol.
6 de enero de 2023
Inútil batalla de un seis de enero
Hay un gato en esta casa, no me preocupa mucho, también hay un retrato, cortinas blancas y ese imbécil comedor. Los niños me molestan sobremanera, sus ojoillos abiertos son como de gato, se revuelcan como gusanos jugando a los carritos.
He intentado relacionarme con uno de esos seres, me llama la atención la violencia de su retina al chocar los autos.
—¿Cómo se llama el gato? —pregunto para hacer plática, y cínicamente el bodoque me ha respondido sonriendo: Cuál
—El gato ése que andaba por aquí —insisto.
—Cuál —contesta nuevamente el mozalvete, como si no existiera gato alguno.
—El amarillo —repongo.
—Cuál —revira.
—Olvídalo —le digo.
El niño me ha tomado por su imbécil.
—Se llama Cuál, acepta después de haber colmado mi frágil paciencia.
Yo no sé por qué me interesa el gato. Hay tantas cosas llamativas en el mundo.
Conecto mi laptop al único enchufe disponible, al instante hay algo más importante qué conectar allí: una estúpida lámpara, me irrito. Encuentro un multicontacto, descanso en el sillón con la computadora en las piernas, no sé cuánto aguantaré en esa posición, no me importa.
El gato se acerca y restriega su grasoso cuerpo en mi espinilla derecha llenando de pelos mi pantalón nuevo, lo pateo sin afán de dañarlo. Le da lo mismo, no lo pude golpear más fuerte porque de haberme movido mucho, se hubiera desconectado el cable de corriente. La batería se quemó hace un mes.
Otro niño se sienta a mi lado, me presume su regalo de navidad vocifera cosas sin coherencia aparente, lo ignoro. El niño juguetea con el gato: Cualito, Cualito, acaricia al obeso animal que se revuelca en sus piernas, el niño pasa su carrito por los genitales del felino. Cundo se aburre, carga al pesado minino y lo arroja al suelo, éste cae parado sin hacer daño al enano.
El gato sube por el brazuelo del sillón, quito mi mano para evitar contacto, se acerca, me arrimo sólo un poco para no desconectar la compu, se recarga en mi hombro y sube por el respaldo del sillón, se pasea por detrás de mi cabeza, se restriega con mi cabello, ronronea y por más que lo molesto me ignora. Le llamo a un niño para que quite al gato de ahí, el morro está como ido, cree que es Spiderman. Pruebo con otro y otro niño, una manada de escuincles me ingnora.
¿Cómo decirlo? Hay un gato que balancea su cola detrás de mi cabeza, en el sillón. Se llama Cuál, creo que lo quitaré a la chingada de allí, no me fío de su cola, esa cola anillada y gorda. A cada vuelta del péndulo me golpea descaradamente. Sabe de la delicada posición de mi laptop.
He tratado de empujarlo con mi mano y al hacerlo, la computadora se ha apagado borrando mi relato en notepad. Con sus absurdas garras juega a rayar el sillón. A nadie le importa mi texto arruinado por un michi, mucho menos el sofá.
Esto es personal, ya me tiene hasta la madre. Me he levantado del asiento y al querer tocarlo para empujarlo al suelo me ha tirado un arañazo gruñendo con violencia. Voy a la cocina por un cucharón de madera que uso como arma y también lo ha agredido. Ahí muere. Pensé en olvidarlo todo y tolerar sus ronroneos en mi nuca, no tiene nada de malo a final de cuentas. Un niño observa mi rendición, sonríe con la boca llena de Tutsi pop.
Su manos pegajosas bajan al gato del sillón, lo acaricia, el gato no le hace ningún daño. Cualito, Cualito, le dice el engendro. Me alegro un poco y hago una tregua, le digo al escuincle: chócalas. El niño choca su mano roja, chiclosa y llena de pelos, sonríe, tiene mocos, es invierno.
Olvido que quiero ser escritor y me rindo, me tiro al suelo, en seguida los niños me hacen bolita, utilizan mi rostro y mis piernas como autopistas, estrellan sus camionetas en mis guevos, estoy ahí derribado como un gigante vencido por los enanos y un gato ronronea, se pasea obeso por el sillón, ronronea.
Tlaxcala, México
6 de enero de 2010
12 de diciembre de 2022
Ars
Te posaste en mi cariño
como un pájaro en el árbol
pero fue tu trino el mármol
de este verso en desaliño.
Yo corrí a hacerte un guiño
cual si fuera un escultor
y atrapaste al impostor,
cuando quise en tus idiomas,
encantar con punto y comas
pero tú cantas mejor.