En lunes y a las diez.

Se me ocurre escribirte en lunes y a las diez de la mañana
como si al reloj le interesara verme ahí -como idiota-
recitando versos al vacío,
versos sin nombre, sin hora, sin sueño,
sólo con remitente y destinatario.

Pasa que me urge ser puntual a la hora de recordarte
a la hora en punto de todo momento
con tu sonrisa frágil y tu mirada de luciérnaga
intermitente y tímida como para aplastar mi devenir
como un pueblito de luces encendidas
a la hora de la noche,
a la hora de antes de ir a dormir

Te sé como si aquello de recordarte no costara ni un peso
desplegando esta imagen tuya frente a mí
y el calendario diciendo
“no te apures, que los sueños tardan
mucho en venir y más en volver”.

Por eso te digo lo que me dicta la lluvia
en este lunes donde me encuentro solo.
Leer es lo que me acerca a la soledad
y escribir me exilia del mundo.

Quise escribirte hoy que procuré recordar
como para inmortalizarte con tinta y papel
pero mi carta parecía más una noticia de periódico.
Necesito ponerme de acuerdo conmigo
por eso no dejo de escribir
hoy que los árboles llevan tu nombre
como tatuaje en su piel de recuerdo tangible

fue entonces que nació esto que muere al instante.
Mi voz soñó que no sonaba,
lo bueno es que tus oídos eran de lengua de serpiente,
no es que yo diga poesía,
sucede que cuando digo árbol, tú dices semilla
y si digo reloj, tú dices círculo
y si digo mar, tú dices espejo de oro
y si digo Dios, tú sonríes.

Converso entre versos y sigo a solas,
bien sabes, un escritor nunca dice nada…
y yo te digo que te recuerdo
a todas horas.